El mundo de Denisa

 

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El mundo de Denisa es multicolor, de gominola blandita y resplandeciente.

Donde no brilla un lucerito suena una campanilla.

Este es tu mundo Denisa, el que tus papis han creado para ti.

Esto es el paraíso de las hadas y no hay rincón al que te lleve cuando te paseo en brazos en que no encontremos una estrella brillante o un conejito haciendo cucamonas y tú a todos les sonríes y les echas un parloteo que me embelesa.

Por eso comemos sin hora y dormimos también sin hora.

Tú quieres gorgoritear, sonreír, escuchar nuestras canciones, tomar tu biberón y sobretodo » cuscusear » con tus ojos grandes todo lo que hay a tu alrededor.y nosotros queremos observarte y es por eso que se nos pasan las horas.

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Cantamos » A serrín a serran «, » Tortas tortitas» y surgen de la memoria las canciones y juegos de la infancia.

En este mundo agrio, lleno de aristas y silencios tu mundo Denisa es un bálsamo que fortifica mi corazón.

Gracias Denisa por compartir conmigo tu sonrisa, tus luceritos y campanillas.

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UN MUNDO PARA DENISA

                                                  MIRAR POR LA VENTANA

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¡ Hola Denisa ! Pronto iré a verte. Te cantaré una por una todas las canciones y versos que te tengo preparados: » A serrín a serrán , los maderos de San Juan….» , » Pinto pinto Gorgorito….»,  » Pimpón es un muñeco….».

Me dice tu mamá que  ¡ te aburres !  y a mí eso me hace mucha gracia. ¿ Cómo va a aburrirse una bebita de dos meses? Luego me lo explica.

Te gusta observar, tanto,  que mamá te pone junto a la ventana para que veas los árboles, la calle, los coches que pasan.

Pero bueno ¿ Dónde vamos a llegar Denisa ? ¿Tan ansiosa estás por conocer tu mundo?

Eres lista Denisa. Cuando no había ni tele, ni móvil, ni portátil, ni video, ni consola, ni nada de nada, sólo dos cosas nos entretenían : escuchar la radio y mirar por la ventana.

Mis primeros cuentos los escuché en la radio, Garbancito, El Gato con botas….. Esperaba con ilusión el momento vespertino en que radiaban los cuentos.

En la calle Olite la mamá, la yaya y yo cuando ya estaba todo hecho ( el fregado, la costura y demás quehaceres ) nos asomábamos a la ventana o al balcón, según estuviese el tiempo.

En primavera y verano era el balcón de la calle Olite el que frecuentábamos. Veíamos pasar la gente endomingada que iba a Misa de doce en San Francisco, en Sanfermines desfilaban por la calle Olite muchas cuadrillas camino de la Plaza de Toros.

Yo también divisaba » Los Jardinicos » que era nuestro lugar de juegos. Intentaba adivinar si estaban ya en la fuente Los Turrillas o cualquiera de nuestros amigos.

Bodas, funerales, procesiones, tales eran los mayores acontecimientos de entonces y aunque, de lejos, los veíamos.

Me gustaba también asomarme a las mañanas para observa el carro del Carbonero tirado por su inolvidable burro; él del pan empujado por la panadera  que tocando el timbre nos avisaba para que bajáramos a coger las barras. Al mediodía pasaba el cartero con su gran bandolera de cuero cruzada en el pecho y repleta de cartas.

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La yaya Teresa, la abuela Maruja y la matusa Maite

Si era invierno la cosa resultaba más cruda. La vida se hacía al calor de la cocina cuya ventana daba paso al balcón que se asomaba a un gran patio de manzana interior.

Con el frío las ventanas de este balcón sólo se abrían para tender o recoger la ropa. Junto a la ventana estaba la mesa camilla de la yaya con su correspondiente brasero.

Yo dibujaba con el dedo en los cristales cubiertos de vaho o pasaba la mano para poder ver en el patio cómo las gotas de lluvia se estrellaban en los grandes charcos formando lo que yo llamaba » palomitas «.

Denisa Valentina no quiero aburrirte. Mirar, observar los árboles como muñones en invierno, luego floreciendo, las nubes, la lluvia, el sol, las sombras….

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Asomarse a la ventana es un gesto de observación, no de cotilleo. A mí me gustan especialmente los cuadros de mujeres que miran por la ventana, como los de Dalí o Friedrich.

Denisa observa con esos ojos grandes tan bellos que tienes, Aprendes. Ser observadora creo yo que es una cualidad y no implica ser cotilla.

Lo que más me asombra Denisa es que de lo que observé entonces, osea hace 60 años, aún me acuerdo ahora, con tanto detalle que veo las gotas de agua resbalar por el cristal y siento la figura protectora de la mamá asomada junto a mí.

Observa Denisa y déjate envolver por el calor de papá y mamá

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Un mundo para Denisa.


 

PINTO PINTO GORGORITO

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Oye Denisa, qué suertuda eres, has nacido en un mundo en el que se ha avanzado mucho en el cuidado de los bebés.

Te explico. Ya no van a apretar tu tripita con engorrosas e incómodas fajas.

Tampoco te van a poner los abominables supositorios.

Para tu estreñimiento tienen remedios que no pasan por hurgar tu culito con una cerilla untada en aceite. ¡Madre mía qué cosas !

No adornarán tus prácticos bodys y pijamas ( las chaquetitas casi no se usan) los incómodos, latosos y peligrosos lazos, rosas, por supuesto.

No te dejarán horas en la soledad de la cuna sino que unos y otros brazos te arrullaran y darán calor. Sentirás nuestro corazón junto al tuyo.

A mediados del siglo pasado se aplicaba a los bebés un régimen digamos que militar, tan en boga entonces, lo militar, digo.

_ ¡ No la cojas que se acostumbrará !

_ ¡ No le des que no han pasado tres horas !

_ ¡ Déjala llorar que ya se cansará

Tú qué eres tan lista sabes que como mejor estás es con la tripita llena y en brazos de quiénes te quieren.

Tú Denisa te beneficias de relajantes baños en una bañerita preparada » Ad hoc «. En aquellos años bañar al bebé se convertía en una ardua tarea: llenar con bien de agua un puchero grande, calentar, volcar el agua, con suerte en un barreño de cine y si no directamente en la fregadera. Resultaba tan engorroso que al final en vez del baño optaban por refrotar al bebé con una esponja.

Por eso me llamó tanto la atención que tu primer baño en el Clínico fuera en una fregadera, eso sí, de acero inoxidable. Claro.que las expertas manos que te manejaban y refrotaban no eran las de una mamá primeriza temerosa de que el bebé se resbale.

Sí, Denisa,  te refrotaban  y te ponían debajo del grifo y quedaste ¡ tan guapa !

Qué decirte , Denisa,  de las enfermedades que se van a alejar de ti porque tú llevas bien puestas tus vacunas. En mi infancia la enfermedad más temible era la poliomielitis. Niños de mi edad la sufrieron y quedaban con alguna parálisis. Cuando yo tenía 5 o 6 años llegó la vacuna y los papás la compraban para que nos la pusiera el practicante porque Sanidad no la facilitaba.

Con las vacunas no te aseguramos la inmortalidad, Denisa, sino que queden lejos de ti las enfermedades que durante siglos elevaban los índices de mortalidad infantil.

Tú, Denisa, te estarás diciendo

– Qué pesada se pone esta señora que me habla de vacunas, muerte y siglos cuando yo aún no tengo ni dos meses.

Pues sí. Pero esta señora, antes y ahora mantiene algo que deleita a los bebés de todos los tiempos: el canto, las canciones.

Denisa yo te voy a cantar mucho, todo mi repertorio de canciones infantiles. Canté a tú mamá y a mis niños, ahora te toca a ti.

Empezaremos con «Pinto Pinto Gorgorito» y acabaremos con «Que llueva, que llueva «. y tú reirás feliz y te tirarás al suelo con » Sentadita me quedé »

Duerme Denisa que te voy a cantar el » Loa loa txuntxurun…….

Dulces sueños mi niña



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Un mundo para Denisa

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Hace unos días pensé en transformar mi » Ajuar Portátil » en  un blog nuevo: » Un mundo para Denisa «.

Denisa ha sido el gran acontecimiento de estos últimos meses: el embarazo de mi hermana Paula y por fin el alumbramiento de la pequeña Denisa Valentina.

Nacida en el 2016, bien lejos de los 50 en que yo nací o los 70 en que nacieron sus papás.

El mundo de Denisa es el de los increíbles avances tecnológicos, médicos,……también el de terribles injusticias y desigualdades.

Denisa nace a un mundo nuevo pero con ella llega lo mejor de los sentimientos: la ternura, el amor, la entrega. Las emociones que siempre un bebé provoca.

Sí, cuidemos a Denisa con todos los adelantos que el s. XXI nos proporciona : las nuevas vacunas, avances en alimentación infantil, en ropa….. ¡ Todo ha avanzado tanto!

Pero sobre todo dejemonos abrazar por el calor de Denisa, la ternura que provoca, el deseo de protegerla

Y me dirá su mamá: – Oye que Denisa también llora, a veces incansable.

Esa es también otra asignatura a aprender: ejercitar la paciencia, aprender trucos y a veces controlar la desesperación por no poder calmar a una bebita que llora desconsolada.

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Denisa, avanzas prodigiosamente, te pones rellenita, sonríes, tus papás están locos contigo y tu » matusa » Maite te añora.

¡ Bienvenida al mundo Denisa Valentina !

Coser y hablar

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 Arrullo que la mamá cosió para Paula

 

Salgo de la cálida cocina de la calle Olite y me encaminó al «cuarto pequeño».

Es por la tarde, la habitación muy luminosa y en ella está entronizada la máquina de coser de la mamá, es su territorio y por lo tanto » el cuarto de costura».

Bobinas de hilos, alfileres, tiza de marcar, todo está allí en armonioso desorden y la mamá, con la cinta métrica colgada al cuello, pedalea con garbo la máquina de coser cuya aguja atraviesa metros de tela de mil rayas con la que confecciona batas de colegio para escolares.

– ¿Puedo ayudar?

Siempre ayudo en lo mismo, sobrehilando, me gusta y lo hago con paciencia.

El transistor aporta música, novelas y consultorios, pero la mayoría de las veces no escuchamos porque nosotras: hablamos. Las dos somos muy habladoras.

Hay complicidad, yo ya soy adolescente y repasamos temas, del trabajo del papá, de mis amigas, de Patxi e Iñaki, de la yaya. Esas plácidas tardes son inolvidables.

En ellas aprendí muchas cosas de la mamá, de su infancia, de la guerra, de su vida de soltera en Madrid, de sus preocupaciones, de su talante alegre. ¡Tantas cosas ! Y ¡ Milagro!  de paso aprendí a coser.

Me explico. Mi hermana Paula espera un bebé y con esta gratisima noticia además de muchas emocione, se ha activado en mí un resorte, no sé dónde escondido, que ha activado a la Maite costurera.

Mientras corto e hilvano sabanitas, hago vainicas, coso piquillos, me pregunto cómo es que yo sé hacer todas estas cosas sin vacilación.

Pues sí, aprendí viendo a la mamá, compartiendo con ella aquellas tardes de costura veraniegas. Ni piscina, ni playa. ¡Costura!

Coso como la mamá, costura de batalla, nada de la perfección de la que no pierde un hilo. Lo nuestro es la eficacia.

La mamá cosía batas para los niños de los Escolapios y los Maristas y cuando llegaba la temporada de verano había mucho que coser para el inicio de curso que entonces era en Octubre.

La mamá no se andaba en chiquitas. Tantas batas, tantas pesetas que luego ella guardaba con ilusión en el cajón de la máquina de coser y que le ayudaban a solucionar imprevistos. del dentista o de los libros del curso.

Quiero mucho a esta mamá feliz, atareada y contenta de que su hija adolescente le traiga a veces a sus amigas, Maite y Loli para que nos corte un blusón de los hippies que se llevaban entonces.

También cosió ilusionada juegos de cuna para su Paula.

Ahora yo sin su pericia, sin máquina pero con una ilusión me imagino que similar a la de ella, coso para el bebé de su Paula y recuerdo con muchísimo cariño a la Mari costurera, a la amiga, a la mamá que tanto nos dio y nos dejó sin poderle decir cuánto le debíamos y cuanto la queríamos.IMG_20160601_121816643

Sabanita para el bebé de Paula

La dieta de la calle Olite

 

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Yo, que siempre estoy a dieta y nunca adelgazo, mayormente porque cada noche me atiborro de dulces, debería someterme a la dieta alimenticia de la calle Olite, no sé si era Mediterránea, pero regular y sana un rato largo.

Lo que ahora es «producto de cercanía» entonces era ir cada día al Mercado Nuevo y allí comprar borrajas, acelgas o achicorias que normalmente eran de las huertas de la Madalena. En el puesto de las Arrieta ( una de ellas, Socorrito, estudiaba conmigo) comprábamos la verdura.

En el de La Engracia, la carne, pero bien mirada. El picadillo para las albondigas, el hígado, que entonces se comía sin temor, la chistorra y morcilla que ellos mismos elaboraban, filetes para empanar, que serían de cerdo digo yo. El boom de «la ternera» todavía no había llegado. También se compraba hueso de jamón para las lentejas y hueso de caña (también sin miedo a las vacas locas) la gallina y el morcillo para los cocidos madrileños que la mamá bordaba.

La fruta en Bermejo; naranjas,manzanas y plátanos, Desconocíamos el kiwi y el aguacate. En verano, melón y sandía. Las frutas que nosotros considerábamos «caprichosas» como albaricoques, cerezas o fresas las compraba la yaya y guardaba los zorrones en su armario. Desde allí nos la administraba, siempre que nosotros no hubiésemos hecho estragos.

En mi primera infancia no había frigorífico, por eso se compraba al día y se colocaban los productos en la fresquera, que estaba en la despensa y daba al balcón.

La hora de comer era sagrada, el papá normalmente no estaba y allí se servía el primero y el segundo. De primero, que hoy había lentejas, al día siguiente con las sobrantes y unas patatas cocidas tocaba puré de lentejas. Borrajas y acelgas con patatas, sopa de fideos. Muy variados.

Los segundos eran más estudiados. La mamá nos daba proteínas, pero bien trabajadas: las albóndigas con tomate (natural, claro), los filetes rusos que nos encantaban y más porque iban acompañados con patatas o pimientos, el hígado empanado o encebollado, la carne guisada que solía ser plato de domingo.

Los viernes en las épocas de vigilia tocaba pescado, no mucho. Preferíamos los riquísimos huevos con besamel que preparaba la mama o el arroz a la cubana..

Para el señor de la casa los salmonetes. El besugo en Nochebuena, Las gambas, las chirlas y el congrio para la paella dominguera. Vamos que la merluza no andaba como Pedro por su casa, a no ser que hubiese algún enfermo.

De postre la fruta. Yogures y Petit Suisse nos eran desconocidos. A veces salías hacia el cole con la fruta en la mano, yo se la solía dar a «un pobre» que solía vagabundear por los Jardinicos.

¡Se me olvidaba! Pan, mucho pan, lo comíamos tan a gusto. Aún no teníamos en la cabeza las calorías, Sólo había dos tipos: el normal y «el sobao» que solíamos comprar los domingos.

Postres golosos: el flan de huevo y el arroz con leche. A veces la yaya hacía rosquillas. La mamá no era nada repostera.

La merienda, bien de pan con chocolate o con chorizo de Pamplona. Nada de jamón, ni de Nocilla, ni fiambre que no fuera mortadela o el dichoso chorizo.

Dulces: la mamá nos solía mandar a Las Langarica a comprar galletas al peso, Marias o de vainilla, Comprábamos un cuarto que nos servían en un zorrón. ¡Madre mía qué contención!. El chocolate era «La Campana» de Elgorriaga del que guardábamos el papel de plata y coleccionábamos los cromos.

La cena, mucho huevo y patatas fritas

Las aceitunas y el atún para las ensaladas se compraban a granel en Valero.

Alguna tarde fría de invierno chocolate con pan fritico.¡Qué rico!

Los mimos alimenticios eran hacernos una ensaladilla rusa, sopitas de leche o el mencionado flan de huevo.

En verano nuestro plato favorita era la ensalada con patatas, atún y huevo cocido. Aun recuerdo la lechuga y el tomate en la fregadera refrescándose debajo del grifo.,

Para elaborar estos sencillos menús la mamá contaba con la cocina económica  de carbón. Cuando llegó el butano hubo que quitar la carbonera, que tanto miedo me daba, para entronizar la blanca cocina de butano con sus dos fuegos y así llegó a casa la botella naranja y su repartidor, el butanero.

Comprendo que me ha quedado un poco aburrido esta retáhila de comidas pero dejo para el final la idea más importante.

Todo lo que sé de cocina lo aprendí de la mamá. Hago las albóndigas como ella, lo mismo pasa con el cocido y de mí han aprendido mis hijos

.Así que seguimos la dieta de la calle Olite sólo que mejorada por lácteos de todo tipo, panes caprichosos. De sólo galletas María hemos pasado a galletas a cada cual más rica. Frutas las de todo el mundo

Tanto la hemos mejorado que yo tengo que estar siempre a dieta

 

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De visita con la yaya

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Pero, ¿quién es esa niña tan mona y repeinada que da la mano a su abuela y camina por la Avda. Franco hacía los cercanos chalets de la Media Luna.

Es Maite, soy yo, que con la yaya voy a visitar a su amiga, la señora Nemesia.

La Nemesia vive en un chalet con jardincito que a mí me deja boquiabierta al ver una casa tan bonita, tan amplia, tan ordenada.

Ambas son de Peralta, la mayoría de las amigas de la yaya son de allí.

Nos sirven café y pastas y para lo poco que yo conocía aquello suponía un liujo.

Creo recordar que Nemesia tenía dos hijas ya mayores. A mí me mimaba bastante pero he de confesar que lo que más me atraía de su casa no eran las ricas pastas o las rosas del huerto  sino las multicolores «alfombrillas».

Me explico. Su marido el Sr. Biurrun era practicante. Estábamos en el  boom de la utilización de la penicilina en forma de inyecciones. Los practicantes no paraban de ponernos «banderillas», que si las anginas, que si la otitis. A poco que te descuidaras ya te estaban untando el alcohol en el culo, palmada y adentro la inyección.

El marido de la Sra. Nemesia almacenaba montones de aquellos frasquitos provistos de tapones multicolores donde introducía la aguja de la jeringuilla para mezclar el polvo de la penicilina con agua, luego vaciaba el contenido en la jeringa y al culete la banderilla.

Pues bien, el mañoso Sr. Biurrun extraía todos los tapones, los lavaba y juntándolos, no recuerdo cómo, conseguía unas alfombrillas multicolores, rojo, azul, verde, amarillo, que llamaban poderosamente mi atención. Había una alfombrilla en la entrada, también en los baños. Me costaba creer que de los «odiados» frasquitos» pudiera .obtenerse algo tan divertido. Aún no se sabía nada del «bricolage».

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Mientras yo estaba entretenida la yaya y su amiga, como buenas «riberas» competían en todo lo que podían. sus ropas (eran muy presumidas), sus joyas, en el caso de la yaya cuatro pedruscos y por fin sus nietos a cada cual más listo y obediente.

Después de merendar me mandaban a jugar al jardín, allí no había niños así que jugaba sola y hasta la próxima

Otra visita obligada era a «Las Blasas». ëstas no es sólo que fueran de un status superior, es que además se lo creían porque el marido de una de ellas era o había sido Comandante, palabra que a mí me sonaba como a Gran Capitán de Navío.

La casa de «Las Blasas» me imponía, creo que miedo, era sombría y estaba atiborrada de muebles también oscuros. Allí olía a polilla..

La sala tenía unos miradores que daban a la Avda de Franco y mientras la yaya hablaba con sus amigas yo me entretenia mirando por los vantanales el ajetreo del garaje Unsain, o el ir y venir de las Villavesas.

La tercera visita que voy a contar hoy es la que hacíamos a Villamiranda.

Villamiranda es una floristería de Pamplona situada en una bocacalle del Paseo Valencia. La dueña también era de Peralta y lo que a mí más me ilusionaba es cuando la visita la hacíamos a los invernaderos donde se cultivaban las flores. ¡Qué bonitos! Allí podía correr entre las hileras de flores y chapotear en las pequeñas acequias, abrir y cerrar grifos. Creo recordar que los invernaderos estaban bajando a la Rochapea y para mí esta visita suponía una auténtica fiesta.

¡Ay la yaya! la yaya y su nieta, así me tuvo, de la mano, hasta que llegó Iñaki y se le complicó la vida. Ya éramos dos y el camino más fácil era ir a La Media Luna donde también encontraba amigas de Peralta como la Sra. Francisca..

La Media Luna ya era otra cosa. Encontrar otros niños, sobre todo niñas con las que jugar a la cuerda, a la pelota, o simplemente chapotear en la fuente. Nos daban la merienda y seguíamos jugando hasta el anochecer cuando llegaba el verano y entonces podíamos buscar luciérnagas

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Yaya, la yaya, al escribir este blog me he dado cuenta el papel fundamental que tuviste en mi infancia. Tan orgullosa estabas de mi, tanto me subía lo que hoy llaman «autoestima»

 

Localizaciones. Avda Franco hoy Baja Navarra. Paseo Valencia hoy Sarasate

 

 

 

Aquellos tiempos, aquellos remedios


Se llevarían las manos a la cabeza los solícitos papás y mamás actuales si supieran de algunos de los remedios caseros que nos aplicaban a los niños en los años 50 y hasta los 60.

 

Del mundo del Dalsy y el Apiretal, de los bífidos, las alergias y tantas cosas que se tienen en cuenta hoy en día en el cuidado de los niños, demos un salto mortal hasta llegar a 50 años atrás. Medio siglo..

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Veamos.

La Manzanilla era la reina de los remedios. Nada de asépticas  bolsitas alineadas en caja, sino la olorosa flor de manzanilla, guardada en algún bote.

Se hervía en un cazo, se colaba y ya lo mismo valía para sosegar un estómago empachado que para lavar un mañanero ojo legañoso.

Hasta tenía uso cosmético. Decían que la infusión de manzanilla daba brillo y aclaraba el cabello. Yo mantuve esta creencia mucho tiempo. Siendo ya veinteañera, cuando le lavaba la cabeza a la rubia Paulita, en el último aclarado le aplicaba la dichosa manzanilla.

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El Alcohol, o mejor dicho las bebidas alcohólicas, aunque hoy nos parezca increíble. Por ejemplo, si te dolían las muelas, que solían doler y mucho, no te  llevaban al dentista sino que empapaban una guata en coñac y te la colocaban en la muela dolorida. Y a otra cosa.

Cuando estabas un poco debilucha después de unas anginas por ejemplo , decían que perdías el  apetito. Yo en mi caso dudo de que alguna vez haya perdido el apetito.

Daba igual, me endosaban todos los mediodías un vasito de Quina para que comiera con más ganas. ¡ Increíble!  La Quina, San Clemente o Santa Catalina la guardaba la yaya  en «su armario»-

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En el armario de la yaya se podía encontrar de todo, la quina, los roscos de Peralta y las frutas caprichosas, las cerezas o los albaricoques por ejemplo.

Seguimos con el alcohol. Ya más mayorcita cuando volvías del cole destemplada por el dolor de las primeras reglas, te daban una copita de ginebra. ¡ Glup!  Algo aliviaba. Aunque así a media mañana  y en seco igual era que te dormía Luego ya me enteré de que la ginebra es vasodilatadora.

Lo que verdaderamente nos alivió a las chicas de estos dolores es que llegarán las Saldevas y ya nos olvidamos de la ginebra hasta que llegamos a los «cubatas».

Patata para las quemaduras.

Agua  con sal  casi hirviendo  en un cuenco en el que metías el dedo si tenías un panadizo o un padrastro.

Yo creo que en la Farmacia sólo compraban los famosos Optalidones que luego se prohibieron y las Aspirinas con cafeína que también se prohibieron. Completaban el resumido botiquín el Nitrato de plata que te aplicaban en las verrugas y cómo no el Vicks Vaporub con el que te daban buenos refrotones en el pecho.

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 Nivea de caja azul era la única crema en el campo de la cosmética. Bien aplicada, antes de que te diera el sol en Oricaín o en San Sebastián y así quedabas bien fritica. ¿Factores de protección? Pero bueno, ¿ De qué hablas?.

Linimento Sloan de olor insoportable e inolvidable para el papá si tenia lumbago o a los chicos si tenían alguna magulladura.

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La llave de hierro con su frío helador aplicada sobre los orzuelos. Yo tuve muchos orzuelos, mucha llave y bien de agua de manzanilla.

Por supuesto nos llevaban al médico, que no al pediatra, y en sus manos quedaba el recetarnos los odiados supositorios y las inyecciones de penicilina.

Al dentista  también íbamos a que nos sacara la muela que habían emborrachado con coñac.

A pesar o gracias a alguno de estos remedios salimos adelante.

Cuando nos querían dar un premio por habernos dejado poner el supositorio, o la inyección o el unte del Vaporub, no nos compraban un huevo Kinder, que no se habían inventado, claro, nos daban «sopitas de leche» . ¡Qué ricas!

Dejo para el final el mejor remedio que saben aplicar todos los padres, los de ayer y los de hoy cuando eres niño y algo te duele:

«Cura sana, cura sana, si no se cura hoy, se curará mañana».

Anexo de vocabulario hoy poco usado: empacho, guata, panadizo, padrastro, supositorio, unte, refrotón, legañoso….

 

El Domingo a Misa

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Era preceptivo los domingos ir a Misa de 12 con los papás.

Ir a Misa significaba » ponerse guapos » y a mi para empezar el día,  digamos que me bañaban.

Este baño no era en la bañera metálica pintada de blanco y con patas como pezuñas.

La bañera solia estar ocupada por los geranios de la yaya, o telas en remojo. Aquella bañera, salvo en muy raras ocasiones, no se utilizaba para bañarse. Más vale que llegó la ducha.

Me metían de patas en un barreño en la fregadera. Sí, en uno de aquellos barreños de zinc multiusos, que lo mismo alojaban la ropa en lejía de los lunes que a la Maite a remojo de los domingos.

Lo llenaban de agua templada, me ponía de pie y la mamá frotaba y frotaba, sobre todo las rodillas, sucias sí, pero también llenas de pastillas y arañazos.

Acabado el frotado me sentaba. Una de dos, o el barreño era muy grande o yo muy pequeña. Más bien creo lo segundo.

A continuación se pasaba al lavado de cabeza, también en el barreño. Aún recuerdo aquel champú en cápsula individual, negro, era el de  » Brea «. También había cápsulas de » huevo».

¿Suavizantes? ¿Champú que no pica?. Pero de qué me estáis hablando. Estamos en los años 50. Si había algún aditivo era el vinagre que decían daba brillo sí y también olor a aceitunilla.

Allí había un consumo adecuado del agua. En un barreño iba todo. Nada de horas y horas bajo la ducha.

A continuación te ponias alguno de los bonitos vestidos que me cosia la mamá, calcetines blancos y con suerte unos zapatos negros de charol.

¡ Campañas! ¡Campanas!

A Misa. ¡Qué aburrimiento!

Me entretengo observando cómo el monaguillo enciende las velas y al final cómo las apaga con un capuchón y queda en el aire un olor característico que te pica la nariz.

Me aburro. Me miró lozapatos, sobre todo si son de brillante charol y mientras espero el final observó el Sagrario dorado, los confesionarios que ya de por sí dan miedo.

¡Al fin! Ítem Misa est. Deo gratias. A la calle.

Después a la Librería Amaya. El papá compraTebeos. Para mi los de Hadas, para él Hazañas Bélicas y para la mamá alguna novela de la Biblioteca Chicas, ósea de amor.

Seguia el vermut. Para mí las aceitunas ensartadas en un palillo.

La mamá siempre muy guapa. El papá alto, muy alto. Yo me agarraba de su brazo y le decía que era su novia y me casaría con él.

¡Eran tan jóvenes ! Si yo tenía 6 años por ejemplo, ellos 29.

¡Unos chavales con la vida por delante!

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De nuevo en casa

 


«La vieja casa ahora está vacía pero nada se ha ido. Si algo he aprendido de una vida de profesor, es que la infancia perdura hasta siempre en el alma».        Ivan Doig

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Ando por ahí, por el pueblo, por la Rochapea, por San Nicolás…… ¡Tantos lugares!

Pero no, no quiero salir del piso de la calle Olite y en concreto de su cocina donde, entre humos de pucheros y calor de brasero, cuento con el cariño y la protección de la mamá y de la yaya. Allí tengo un confortable nido.

Avanzado este blog siento que en la calle Olite recibí muchísimo cariño, cuidados y normas de comportamiento ya grabadas en mi corazón para siempre.

Allí concebí también mis miedos. ¡ Tantos miedos ! A la oscuridad, al hombre del saco y a cosas que nos enseñaban en el Catecismo, como el infinito o la muerte.

La mamá o la yaya poco sabían de la moderna Pedagogía, así que si no me dormía o gritaba asustada por algún sueño, venían junto a mi cama y volvían a decirme aquello de : » Duerme bonita que si no vendrá el hombre del saco».

Pues ya estaba armada.

De aquella niña, aquellos miedos.

¡Tantos miedos !

Con 64 años, al fin ya no tengo miedmnívora

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