El Hombre del saco y el Sacamantecas

 

Hoy voy a hablar de dos personajes que poblaron nuestras noches de infancia: el Hombre del saco y el Sacamantecas.

Por las noches, bien pequeña, cuando no podías o no querías dormir, desde la puerta de la habitación te decían:

– Venga a dormir que si no vendrá el hombre del saco.14517019

Veamos. Hoy en día a los niños cuando se van a la cama se les cuentan dulces cuentos, se les arrulla con canciones, se les ponen luces tenues para que no queden totalmente a oscuras, se les pega el firmamento en forma de estrellitas luminosas en las paredes de su habitación y aún y todo si el sueño no llega papá o mamá se quedan amorosamente recostados junto al infante  hasta que éste se duerma.

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Así que entonces, sola y en la oscuridad no quedaba otra que arrebujarse en la cama con la mirada fija en la puerta con el temor de que apareciese el hombre del saco y te llevase con él.

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Más truculenta era la figura del Sacamantecas. ¿ Tan niños sabíamos que las grasas eran las mantecas ?  Claro que no, pero la dichosa palabreja suscitaba todos nuestros temores.

En la zona de Estella, más finos ellos, le llamaban el Mantequillero.

A mí ni me leían cuentos, ni recitaban poesías ( yo a Paula y a mis hijos les recitaba Margarita está linda la mar hasta que se la sabían de memoria ) A mí me administraban dos oraciones : el Jesusito de mi vida eres niño como yo…… y el Ängel de laguarda dulce compañía y a dormir.

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No era fácil conciliar el sueño con tan siniestros personajes rondando por la cabeza, más el Demonio, más el infinito. Algunas veces acababa llorando amargamente y entonces sí que se armaba la Marimorena.

Así que en cuanto espabilabas un poco y llegabas a los 7 años, que decían era la edad de la razón, te metías de cabeza en el mundo azul y rosa de Príncipes y Princesas y no parabas de leer tebeos de Hadas.

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Porque no vas a comparar, cuánto más relajada estaba nuestra cabeza en el mundo de las Hadas que en el de los Sacamantecas.

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Otra de ángeles

Por asociación con el párrafo de mi entrada anterior «los ángeles juegan a bolos» me he acordado de aquel buen Ángel de la Guarda que velaba nuestros pasos infantiles.

Se representaba al Ángel extendiendo sus brazos protectores para que los niños no cayeran al abismo. Lo que no sé es si el Ángel protegía a los niños de un peligro real o era más bien de los abismos del infierno de los que nos libraban, pues se decía que allí caeríamos si pecábamos.Insisto una vez más en que a los 5 años no teníamos ni remota idea de qué era «el Pecado»

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De niñas nuestra gran ilusión era que nos disfrazaran de ángeles, bien en las procesiones del mes de Mayo o bien en las actuaciones que llamábamos «comedias».

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Nos colgaban 2 alerones de la espalda, de plumas de las de verdad o de imitación en papel y una vez juntas las manos en actitud de oración ya eramos un ángeles perfectos.

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Así que estas eran nuestras expectativas en cuestión de trajes: vestirse de ángel y lucir un traje blanco de Primera Comunión.

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Luego ya cuando nos hicieron estudiar Historia Sagrada y Catecismo nos contaban historias de ángeles buenos y malos, ángeles rebeldes, de Luzbel, el peor de todos, el Demonio y ya ni con la protección del buen ángel podías dormirte pues ya en tu cabeza junto a la imagen de Luzbel se había metido la aterradora idea de que los castigos del infierno eran infinitos, para siempre, siempre, siempre

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El infinito nos atormentaba sobre todo si había que pasarlo en las marmitas hirvientes del Infierno.

Cuentos¡ Menudos cuentos¡ Cuánto cuento¡

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Tía Feli que hoy nos ha dejado

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He calentado el “frío helador” de mi cama con un confortable edredón nórdico, nuevo y lleno de manchas azules y violetas. Para cubrir mi linda piel he sacado una de las sábanas de hilo con bordado labrado de la tía Feli  y ayer mientras intentaba dormirme sin conseguirlo, a pesar del confort que me abrigaba pensé: “un buen capítulo para mi blog sería EL AJUAR DE LA TIA FELI “

Y es que esta sábana tan delicada y de bordados  tan preciosos me la regaló la tía Feli cuando me casé junto con otras más y unos camisones de batista estilo años 50 todo ello sacado directamente del baul de su ajuar. Los camisones los tiré, cuánto lo siento, ahora los luciría feliz

Nosotros los hermanos Cabodevilla nos reíamos mucho del arcón de la tía Feli que quedó “compuesta y sin novio” y su ajuar precioso permaneció durante muchos años guardado en su piso de Madrid.

La tía Feli, hermana mayor de la mamá y que hoy nos ha dejado, era una modista siempre atareada con su máquina de coser y los modelitos que tenía que entregar en el taller de modas para el que trabajaba

La tía Feli, no hace falta explicarlo, también era pasiega y pobre y tuvo la desdicha de enamorarse de un “chico rico» de Villacarriedo. Yo no sé muy bien qué era en los años 50-60 “ser rico”, sólo sé que este chico era hijo único y su madre se oponía a su relación con una “pobre”.

Cuando hice mi primer viaje a Madrid después de aprobar ingreso (viaje que he contado en la entrada «A Madrid en camión»), era el año 61 y la tía Feli y Josépepe, así le llamaba ella, eran novios y me llevaban a cafeterías elegantes a tomar canapés y refrescos, lujos que yo en Pamplona no conocía. Yo me comía todos los canapés y estaba encantada del trato que me daba aquella parejita.

Claro, como correspondía a la época la tía preparó su ajuar de toallas, sábanas, manteles, camisones y demás y lo iba guardando amorosamente en un arcón que yo misma llegué a abrir, explorar, cerrar. Qué maravilla¡

Pero por razones que yo no sé muy bien Josepepe que tenía una Academía se casó. Se caso con otra claro y la tía Feli se quedo compuesta y sin novio.

Cada vez que yo iba a Madrid, ya adolescente, que eran muchas, la tía Feli me hablaba de él, que le llamaba, que salían , que él no era feliz y todo lo hacían bajo manga sin que se enterase la abuela Asunción que ahora era ella la que se oponía a esta relación sin futuro

Pasados muchos años todavía tenía algo que contarme de Josepepe: que le había regalado un reloj, que la llamaba mucho por teléfono. Es decir que hasta que la vida de la tía Feli se torció después de su jubilación ella seguía teniendo ilusión por aquel hombre al que siempre quiso y que por convenciones sociales perdió. Esto hoy en día me resulta increible

La tía Feli ha pasado sus últimos años en la Ulzama, en una residencia de ancianos a donde la trajo Iñaki rescatándola del abandono en que había caído después de que murió el último de los hermanos, el tío José y se quedó sola.

Ha sido nuestra “memoria viva” porque conservaba una memoria prodigiosa y yo además conservo parte de su ajuar.

Adios tía y gracias por todos los mimos que nos diste en forma de croquetas o jamoncito rico..

PD.- La hemos acompañado en sus últimos días dándole todo nuestro cariño y sintiendo en el corazón no haber podido acompañar así a su querida hermana a la que ella llamaba Mari.

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Se funden los plomos

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Ahora que ya sabemos tanto de luces e iluminaciones: halógenas, leds, frías, de bajo consumo….. quiero remontarme a aquel tiempo sencillo en que la luz se concretaba únicamente en una bombilla de fino cristal con un delicado filamento en su interior.

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Cuando se iba la luz, lo que ocurría con frecuencia, podía ser porque la bombilla se había fundido, lo cual comprobábamos agitándola suavemente para observar si el filamento estaba roto. Si así era, cambio de bombilla.

Pero lo que causaba gran agitación en casa era cuando se iba la luz porque se habían fundido los plomos.

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Nos ponemos en situación: Pamplona, años 50, tarde noche de primavera u otoño, calor, tormenta.

Paso 1- «Maite apaga todas las luces»

Paso 2- «Busca la palmatoria y enciende la vela»

Paso 3- La yaya comienza a rezar a Santa Bárbara

Mientras tanto rugen truenos y rayos y la niña siente miedo más que por los propios relámpagos por el ambiente tenebroso que se ha creado en casa entre la oscuridad,. los rezos y la amortiguada luz de la vela.

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Paso 4- aún con tanta precaución y rezo se funden los plomos

Paso 5- la mamá cambia los plomos.                                                                               En la cocina cerca del techo y junto a la puerta del balcón hay una pequeña caja de porcelana blanca que alberga en su interior 2 filamentos, son los plomos.

La mamá siempre ella tan mañosa, se sube a una banqueta, quita la tapa blanca de la cajeta y restituye los filamentos. No es tarea difícil pero se ha puesto nerviosa por la oscuridad, los rezos y los apresuramientos de la yaya.

Mientras tanto si hay algún niño asustado cerca. yo por ejemplo, se le aclara que no hay que tener miedo que los ruidos se deben a que en el cielo los ángeles están jugando a bolos.

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Yo he llegado a contar a mis hijos la trola de los ángeles. Qué sin sentido, no saben nada de ángeles, ni de palmatorias, ni de Santa Bárbara. Además ahora ya hay automáticos y los únicos plomos que se funden de vez en cuando son los míos

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Mujeres que escriben de su infancia

Dedicado con mucho cariño a Higinio y ahora que añado esta foto a Andrés

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Mujeres de los años 50

Coincidiendo con la escritura de mis recuerdos pamplonicas de los años 50 y 60 en este blog estoy leyendo a autoras nacidas entre 1940 y 1950 que han escrito novelas con una gran carga autobiográfica.

Así me encuentro a Annie Ernaux y su novela «Los años». Ella nació en 1940 en el norte de Francia, en Normandía. Infancia pobre,  viviendo con lo justo y experiencias similares a las mías a pesar de estar a más de 1000 Km con una lengua diferente y además llevándonos 10 años.

Escribe en la citada novela : «los médicos operaban de las amígdalas a los niños que padecían de la garganta; les anestesiaban con éter y se despertaban chillando…»

También » las madres se desesperaban porque no parábamos de crecer y tenían que alargar los vestidos con una tira de tela y comprar zapatos de un número más que ya se habían quedado pequeños al año siguiente» . «Arreglaban los abrigos y les daban vuelta al cuello de las camisas.»

Y por fin :» Vivíamos en la escasez de todo. De cosas, de imágenes, de distracciones, de explicaciones de uno mismo y del mundo, que se limitaban al catecismo y los sermones de Cuaresma «

Son recuerdos similares de unas infancias demasiado próximas a una guerra o a la posguerra. Yo nací en 1951 que es el año en que en España desaparecieron las cartillas de racionamiento para la obtención de alimentos básicos lo cual ya es bastante significativo.

He encontrado otro relato autobiográfico publicado en 2013 cuya autora resulta ser una vasca nacida en el exilio chileno y que volvió a España a los 18 años. De nuevo experiencias similares desde Santiago de Chile a San Sebastián. El libro se titula «Cómo pudo pasarnos esto. Crónica de una chica de los 60». Su autora es Idoia Estornés. Nos cuenta : » No teníamos calefacción, salvo en la recocina, por lo que en invierno nos abrigábamos con gruesos jerseys y ponchos. Las botellas de agua caliente eran preceptivas para la cama». 

Las citas serían interminables. No es mi intención ponerme a la misma altura que Annie Ernaux que es una novelista consagrada o de la Estornés que escribe una novela de casi 600 páginas.

Yo sólo soy una mujer recordando su infancia y al centrar el foco en ella compruebo que las niñas de los 50 y jóvenes en los 60 íbamos a ser pioneras en la superación de los estudios primarios y la enseñanza secundaria hasta llegar a la Universidad.La mayoría disfrutábamos de becas pues por nuestro origen humilde de no ser por las becas no hubiéramos podido concluir los estudios superiores.

Eso sí durante toda la etapa escolar las chicas bien separadas de los chicos, en colegios distintos, con juegos bien diferentes y por supuesto con unos intentos de aproximación entre ambos sexos que anunciaba la adolescencia. Pero hasta llegar a la Universidad no compartimos mesa con los chicos..

Pero por encima de todo viviendo en unas condiciones en la que nada se nos regalaba. Vivíamos con lo imprescindible.