Hoy voy a hablar de dos personajes que poblaron nuestras noches de infancia: el Hombre del saco y el Sacamantecas.
Por las noches, bien pequeña, cuando no podías o no querías dormir, desde la puerta de la habitación te decían:
– Venga a dormir que si no vendrá el hombre del saco.
Veamos. Hoy en día a los niños cuando se van a la cama se les cuentan dulces cuentos, se les arrulla con canciones, se les ponen luces tenues para que no queden totalmente a oscuras, se les pega el firmamento en forma de estrellitas luminosas en las paredes de su habitación y aún y todo si el sueño no llega papá o mamá se quedan amorosamente recostados junto al infante hasta que éste se duerma.
Así que entonces, sola y en la oscuridad no quedaba otra que arrebujarse en la cama con la mirada fija en la puerta con el temor de que apareciese el hombre del saco y te llevase con él.
Más truculenta era la figura del Sacamantecas. ¿ Tan niños sabíamos que las grasas eran las mantecas ? Claro que no, pero la dichosa palabreja suscitaba todos nuestros temores.
En la zona de Estella, más finos ellos, le llamaban el Mantequillero.
A mí ni me leían cuentos, ni recitaban poesías ( yo a Paula y a mis hijos les recitaba Margarita está linda la mar hasta que se la sabían de memoria ) A mí me administraban dos oraciones : el Jesusito de mi vida eres niño como yo…… y el Ängel de laguarda dulce compañía y a dormir.
No era fácil conciliar el sueño con tan siniestros personajes rondando por la cabeza, más el Demonio, más el infinito. Algunas veces acababa llorando amargamente y entonces sí que se armaba la Marimorena.
Así que en cuanto espabilabas un poco y llegabas a los 7 años, que decían era la edad de la razón, te metías de cabeza en el mundo azul y rosa de Príncipes y Princesas y no parabas de leer tebeos de Hadas.
Porque no vas a comparar, cuánto más relajada estaba nuestra cabeza en el mundo de las Hadas que en el de los Sacamantecas.