Dedicado a Pablo Santamaría.
Me dice mi hijo: ¿ama por qué no escribes sobre cómo eran los Sanfermines cuando tu eras pequeña? Y nada más escuchar su sugerencia el tiovivo de mis recuerdos comienza a dar vueltas y al poco rato ya están en mi cabeza varias escenas e imágenes.
La primera es ¿Cómo sabíamos los niños pamplonicas que llegaban los Sanfermines? Pues sin duda por el afán repentino que ponían nuestras madres en hacerte un conjunto de falda y blusa blanca o un vestido, si eras chica, a los chicos les caía el conjunto de pantaloncito corto, blanco, con camisita también blanca con los correspondientes botones de sujeción en la cintura. En todos los casos, por descontado, se completaba el estilismo con el pañuelico rojo
No veíamos con buenos ojos este vestuario, en linea un poco cursi generalmente y que no se atenía a nuestros gustos, que si la manga farol, que si la falda plisada, que si dos hileras de botones rojos. Nosotras lo que queríamos era un vestido, blanco sí, pero de tirantes que además sería lo más indicado para el calor de julio. Pero el vestido de tirantes no cayó nunca
La segunda imagen es la llegada de los extranjeros, sobre todo americanos y australianos. Comenzaban a aparecer por Pamplona unos días antes de las fiestas. Disfrutaban del sol y la sangría en las terrazas de la Plaza el Castillo. Nosotras les mirábamos principalmente a ellas, tan rubias, tan deshinbidas, tan descubiertas. Los chicos, cómo no, también las miraban. A ningún extranjero se le ocurría tirarse de la Fuente de la Navarrería como años más tarde se pondría de moda entre ellos.
La tercera imagen es la de la Plaza de los Ajos, enfrente de la iglesia de San Lorenzo, en ella se colocaban los vendedores de ristras de ajos, de ahí el nombre de la plaza. En aquellos años la venta de ajos tenía mucho éxito y era normal ver por la calle a los mozos con ristras de ajos colgando del cuello.
Cuarta imagen es la Tómbola. Se situaba en lo que entonces era el Paseo Valencia (hoy Paseo Sarasate). Se abría unos días antes del inicio de las fiestas. Nuestros padres nos llevaban un día, compraban unos cuantos boletos, nos los repartían y a ver. A ver si con suerte nos había caído la botella de sidra el Gaitero o los caramelos de café con leche.
Y ya por fin el día 6 el chupinazo. En aquellos remotos tiempos se podía ir a la Plaza del Ayuntamiento sin demasiadas apreturas y sin que te chirriaran de champán o te empanaran con Cola Cao, como se puso de moda 20 años más tarde. Estaban los tiempos como para desperdiciar champán, que sólo veíamos en Navidad y el Cola Cao que justo había llegado a nuestros desayunos sustituyendo al café con sopas.
Al Riau Riau no solíamos ir los niños. Aunque era largo la Corporación llegaba a San Lorenzo en tiempos soportables.
Ya habían comenzado las fiestas y siete días de encierro. Entonces eran a las 7 de la mañana. En la Plaza de toros el tendido 6 que es el de sol de los mozos en la corrida de toros en el encierro se reservaba para mujeres y niños. Como vivíamos tan cerca de la Plaza íbamos con la mamá dos o tres días sólo porque el madrugón era importante. Provistos de periódicos para que no se nos quedara el culo helado y a esperar que sonara el cohete.
Para entretener la espera una Banda en el ruedo, creo que era la del Maestro Bravo interpretaba canciones como Clavelitos o el 1 de Enero y otras canciones por el estilo que toda la plaza las coreaba y cuando ya la aguja del reloj de la plaza se acercaba a las 7 la Banda daba la vuelta al ruedo saludándonos mientras nosotros aplaudíamos a rabiar. Y a esperar.
La llegada de los toros siempre era emocionante pero muy rápida y de lo que más disfrutábamos era de las vaquillas que se soltaban a continuación y que daban buenos revolcones a los mozos. Nunca corrían chicas en el encierro.
Decían que lo típico después del encierro era el chocolate con churros. En mi casa no lo debían saber y la mamá nos llevaba a desayunar en casa. Se acostumbraba también el ir a ver las fotos del encierro en el escaparate de Zubieta y Retegui.
A media mañana cerca de la Plaza el Castillo nos encontrábamos con los Gigantes y con los temidos Cabezudos, el más malo era el Cara Vinagre. Nos perseguían y nos pegaban con unas botarrinas que hacían poco daño pero corríamos como locos para que no nos pillaran. Les llamábamos los Kilikis. .
El programa Sanferminero es muy amplio y como todavía estamos en Los Gigantes, osea hacia media mañana, en Sanfermines II continuaré con lo que falta: las Peñas, Las Barracas, Los Fuegos, Así que continuará.