Papá hoy es el hombre al que abracé emocionada la semana pasada y al notar que yo lloraba me decía: “No llores bonita, no llores bonita” y yo aún lloraba más al sentir toda la ternura que todavía puede transmitir este hombre cuya cabeza ha sido arrebatada por el Alzheimer totalmente y sin embargo sus emociones y su carácter alegre aún salen a flote cuando ve a sus hijos o a su amada Margari.
Esta semana iré de nuevo a Pamplona a verle y voy a llevarle a Carlos III para que vea las luces de Navidad y abra sus enormes ojos azules admirando las luces de colores y siendo lo que siempre ha sido: un niño.
El papá también nació el año 1927 como la mamá.
Nos contaba muchas cosas de su infancia: que fue alumno de las escuelas de la Salle y lo trasto que era y cómo durante los años de la guerra él y su pandilla solucionaban a veces el hambre robando fruta de las huertas de las monjas y cosas así.
Su familia la componían su madre, la yaya Teresa, su padre Cándido y su hermana Teresa a quien debo el nombre.
El abuelo, su padre, murió en guerra, nunca se habló ni se aclaró cómo.
Después de la guerra la yaya se instaló en Pamplona en un piso de alquiler en la calle Olite y allí se produjo el segundo drama de esta familia: la tía Teresa muere víctima de la tuberculosis.
Sabemos que en guerra y postguerra la mala nutrición hizo estragos y parece que la tía Tere era muy tiquis miquis para comer, vamos que igual no era capaz de comer gato por liebre como había hecho la mamá en Madrid, aunque no creo que en Pamplona se pusieran las cosas tan difíciles como en la capital.
Murió su hermana y papá se convirtió en «hijo único» cosa que la mamá siempre le reprochaba por lo mimado y consentido que le tenía la yaya y porque siempre que había conflictos familiares la yaya se ponía de su lado.
Papá era muy guapo y las fotos lo recogen: alto, grandes ojos azules, pelo claro ondulado, todo un galán que es fácil enamorase a la mamá en una de sus incursiones por Madrid donde ella vivía. Aunque según la versión de la tía Feli se conocieron en San Sebastián en un baile del Monte Igueldo. La tía nos dejó el mes pasado y ya no podré preguntárselo.
Tengo varias fotos de los dos cogidos del brazo paseando por el Retiro, hacían muy buena pareja y se les veía jóvenes e ilusionados.
Mimado? No sé, con pocos años, a los 15 lo envió interno a un colegio de huérfanos.
Yo no sé cuántos cursos pasó el papá en aquel colegio pero desde luego alguna formación básica le dieron porque su caligrafía ha sido muy buena, lo mismo que su expresión escrita y ya no digamos nada de la expresión oral aunque creo que esa ya la traía en los genes. Yo no le aguantaba cuando se ponía «redicho».
La mamá conservaba medio escondidas en el tercer cajón de su comodín las cartas que papá le escribió durante el noviazgo y ¡Madre mía, qué cartas! llenas de piropos, de cariño, de ilusión. Yo me las leía enteritas sentada en el suelo de su cuarto y nunca me pillaron.
Se casaron en Madrid el 15 de enero de 1951 en la iglesia de San José. La mamá iba preciosa con un traje blanco que le había confeccionado la tía Feli al estilo Grace Kelly, que era lo que se llevaba en aquel momento .
La misma tía Feli me contaba que la iglesia estaba adornada con multitud de flores porque la boda anterior a la de los papás había sido la de unos “ricos”. Ni qué decir tiene que ellos eran pobres, pobres sí, pero muy bien decorados.
Ese mismo año nací yo, 1951, el año en que se acabó con las cartillas de racionamiento
Ya en Pamplona el papá inicia su recorrido por los más variados trabajos.
Primero estuvo de repartidor en una fábrica de gaseosas.
Posteriormente pasó a colocarse como chófer de camión en Transportes Iraizoz de la calle Bergamín.
Realizaba rutas por toda España transportando chatarra, naranjas o lo que se terciase. Los camiones de entonces había que verlos, yo recuerdo sobre todo un antiquísimo Man gris. Tampoco las carreteras eran las de ahora, cada viaje era una aventura sobre todo en invierno y más si nevaba. Cuando los viajes eran largos iba con compañero y se turnaban al volante.
Siempre venía de los viajes con algún presente: botellas de leche de Almazán, o yemas, naranjas si venía de Valencia y también se traía sus últimos caprichos: la maquinilla de afeitar, una motocicleta….
Después de bastantes años dejó el camión y como conducía muy bien se colocó de profesor en una auto-escuela, aún recuerdo su nombre: Auto-Escuela TXIKI-POLIT.
Creo que es por esta época cuando empezó a encargarse de la distribución de la prensa de Guipúzcoa en Navarra. Los periódicos eran » La Voz de España” y “Unidad” este último vespertino. Compró una camioneta y contrató un chófer, José Mari Esparza. Era un viaje «mundial » en el que iba echando paquetes de periódicos por los pueblos de la carretera: Betelu, Lecumberri, Arriba Atallo….
Yo sabía muy bien cómo era este viaje porque yo ya trabajaba en San Sebastián y algunos viernes cuando no llegaba a tiempo a coger la Roncalesa volvía con José Mari y la verdad no sé qué viaje era peor el del autobús o el de la camioneta.
Excursiones los domingos en la camioneta de Unidad
Cuando dejó la auto-escuela se ilusionó con el tema de la Publicidad. Realizó unos cursillos y obtuvo la acreditación como agente publicitario . Con varios socios fundaron la agencia de publicidad “Los Iruñako”, pero esto lo contaré en otro capítulo.
La publicidad ya fue su vida hasta que se jubiló y aún después siguió colaborando como “senior” en el Club de Marketing de Pamplona hasta que el Alzheimer empezó a manifestar sus primeros síntomas.
Sus hijos siempre temimos que sucumbiera víctima del estrés con algún infarto o cosa por el estilo cuando ya cumplió los 50 años y su vida laboral le ocasionaba tantas preocupaciones.
Bueno ha sido él! Ha seguido fumando sus puritos, versión «no me trago el humo» hasta que se le ha olvidado que fuma. Ha nadado en el Club Natación hasta más allá de los 70 y a bordo de su coche fantástico ya estaba en marcha antes de que pusieran las calles.
¡Mira tú! ha conservado un buen físico y resulta que lo que pierde es la cabeza. Ya tiene 87 años.
¡Ay papaíto!!