Los Reyes Magos

 

Estampa 5 y última

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 Yo creí en los Reyes Magos hasta los siete años. La yaya me llevaba a ver la Cabalgata y me lo tragaba todo: el rey negro pintado, que la mamá cosiera en mi presencia los vestidos de las muñecas que me iban a echar SS Majestades, que el papá llegara esa misma noche de viaje con una canastilla y un muñeco que me habían dejado en Madrid.

Creer es creer y no me percataba de las evidencias.

Ahora que lo mejor fue cuando ya no creí y entonces me encargaba con el papá de preparar en la cocina los regalos de los Reyes, primero para Iñaki y luego ya para Kiko también.

El papá siempre hacía un montaje con los juguetes. Nada de envueltos en papel y con lazos. Esa moda no la conocíamos. Los indios se desperdigaban por el suelo de la cocina, encima de una banqueta el fuerte apache, más allá una construcción con las piezas de la arquitectura de madera y bueno, si tocaban los Juegos reunidos de Geyper nos pasábamos un buen rato haciendo dar vueltas a la bolita en la ruleta.

El no va más fue el año que trajeron el Scalextric, aquello sí que era hacer un montaje. Aunque luego guardo más el recuerdo de los enfados que se cogía el papá porque los chicos no le dejaban jugar cuanto él quería. ¡Siempre un niño!

¿Qué me dejaban a mí? A estas alturas de la película creo que algún libro de la colección Historias y no sé, poca cosa más.

Los tiempos del Scalestric ya eran avanzados y con los avances hasta los Reyes anunciaron su llegada a casa.

Los Reyes de los Escolapios iban a venir a entregar los regalos a los chicos. La mamá compró pasteles para obsequiar a SS Majestades. Y allí estuvimos, las ocho, las nueve, las diez, hasta las once esperamos y no aparecieron así que nos comimos los pasteles y a la cama. ¡ Qué bochorno cuando al rato sonó el timbre y allí los teníamos! Los Reyes Magos en casa y nosotros en pijama, sin pasteles y ellos mientras tanto dando palmadas cariñosas en la mejilla de Kiko..

De todas formas ya nadie creía en los Reyes. Cómo iban a creer si un año en los días previos a Reyes nos los encontramos jugando tan campantes con la gasolinera que les iban a echar. Cada día cuando nos ibamos a la compra ellos la sacaban del armario de los papás, jugaban y vuelta al armario, Ellos decían que creían pero les pillamos «in fraganti» y ya se acabaron los cuentos.

La ilusión por los Reyes volvió con Paula, años después. Claro que a Paula ya le dejaban enormes supermercados, muñecas Nancy y hasta la bici. Nosotros que la bici ni la  olimos en nuestra infancia, sólo cuando los Turrillas nos dejaban la suya para dar una vuelta, tuvimos el placer de ver a Paula ilusionada  descubrir la bici el día de Reyes. Ya no estábamos en la calle Olite sino en Yarte y ya sólo había una niña. Nosotros ya eramos «mayores»

 

 

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