Mari siempre estuvo orgullosa de su origen pasiego. Había nacido en una aldea cerca de San Roque de río Miera. Poco se sabía entonces de los pasiegos, a no ser que las madres llevaban a sus pequeños en cuevanucos a la espalda y una canción que los mencionaba:
“Lo que bailan los pasiegos en aquel valle de Pas lo que bailan los pasiegos con el cuevanuco atrás»
Se desconocía todo de aquellas tierras y su peculiar modo de vida trashumante. En la Universidad por fin aparecían los dichosos pasiegos en la asignatura de Geografía Humana, en concreto en la lección de las migraciones estacionales.
Su infancia, de la que hablaba sin complejos, fue difícil. Era hija póstuma, es decir nació cuando su padre ya había muerto, en Madrid, parece que de una pulmonía.
Muchos pasiegos tomaban entonces el camino de Madrid donde abrían vaquerías para proveer de leche a la ciudad.
Su madre, la aguerrida Adelina, quedó sola en Madrid con 4 hijos, uno de ellos, la recién nacida Mari y viendo que su único suministro de leche era el de su propio pecho, con el que amamantaba a la pequeña, lo que hizo fue colocarse como ama de cría en casa de unos marqueses. Hay que decir que en la capital las pasiegas eran muy cotizadas como nodrizas. Allí en la calle Barquillo había un bebé al cual la señora marquesa no iba a amamantar, quien lo hizo fue Adelina convirtiendo así en hermanos de leche a Mari y Luis, el hijo pequeño de los marqueses.
De este modo Adelina, la cerrada montañesa, se transmuta en un ama uniformada, callada ,de modales pausados y mirada algo desconfiada. De sus 4 hijos sólo la recién nacida queda con ella, los otros tres son internados en colegios religiosos, se supone que de huérfanos o de algún tipo de beneficencia.
La vida de Adelina se transformó. Comenzaron los viajes a las distintas fincas de los marqueses, el veraneo en San Sebastián donde los marqueses tenían una villa junto a Ondarreta, las salidas en coche con chofer, los viajes a Roma y otras capitales europeas.
Al mismo tiempo se sumergió en el ambiente cordial de las sirvientas de la casa: la cocinera, las doncellas y otras más que reunidas en animada charla en el cuarto de plancha o en el de costura contaban sus cuitas y aspiraciones de una vida mejor.
Mari nació en 1927 y hasta julio de 1936 en que se produjo el levantamiento de Franco parece que su vida transcurre sin grandes incidentes. Los veranos los pasa en San Roque junto a sus tíos pasiegos a los que quiso mucho y siempre recordó: los tíos Jaime, Federico y María. .
Adelina está en Portugal con “los señores” cuando estalla la guerra civil. Sus hijos siguen en Madrid internos. Apresuradamente una tía consigue sacarlos de los respectivos colegios y los recoge en su casa durante toda la guerra.
Mari tenía recuerdos muy vívidos de esta época y los contaba sin ningún tipo de reparo. No hablaba de política,pero sí de “los desastres de la guerra” que sufrió desde que contaba 9-10 años hasta los 13 por lo menos
Ella decía que la parte buena de Madrid en guerra era que no había escuela y que los niños andaban todo el día jugando por la calle entre desmontes Lo peor el hambre y la bajada a los refugios durante los bombardeos
.El hambre. La comida escaseaba, las lentejas tenían bicho y cuando comían carne ella estaba segura de que era gato y no conejo como le decían. Por esta razón jamás guisó conejo diciendo ·” ya me dieron en guerra bastante gato por conejo “.
La bajada a los refugios, normalmente a las estaciones de metro, era otro momento a temer. Mari no hablaba tanto de esto pero su hermana, 5 años mayor que ella 40 años más tarde aún se angustiaba y temblaba ante un posible viaje en metro. Para ella ya siempre el único medio de transporte en Madrid fue el autobús, al que llamaba camioneta y el metro fue ya siempre un trauma.
Como consecuencia de la guerra su escolarización fue deficiente a pesar de ello en los años posteriores al 39 las dos hermanas realizan estudios de Corte y Confección muy concienzudos.
Estos estudios de Corte y Confección fueron muy importantes para su posterior modo de vida. La mayor fue hasta su jubilación modista de una prestigiosa casa de modas y Mari,ya casada, contribuía a la economía doméstica con la costura.Cosía batas de colegio, uniformes, ropa sencilla pero lo hacía con esmero y bien.
El dinero que ganaba con la costura iba a su “bolsa”, el cajón de la máquina de coser. Así ella se organizaba y pagaba “extras” como el dentista o algún capricho para sus hijos y ese dinero para ella era una forma de independencia.
A los 44 años cuando inesperadamente quedó embarazada. Debido a su edad el ginecólogo consideró que se trataba de un embarazo de riesgo, como así resultó, y le recomendó que no cosiera más a máquina porque el pedaleo y la vibración no eran convenientes en su estado Para ella fue un disgusto dejar la costura, y allí quedó la Singer triste y sola para siempre.
Su marido siempre despreció un poco el origen de estas mujeres pasiegas, aldeanas, decía él, pero se llevó una buena sorpresa cuando por fin Mari viajó con toda su familia para que conocieran el valle de Pas.
El viaje se proyectó para el mes de agosto, en concreto para el día 16, día de San Roque, en el que se honra al patrón y la Virgen de Valvanuz con una romería en los prados próximos a la ermita de la Virgen.
Y allá fueron. Les festejaron a tope. Todos los tíos, primos y demás parientes de Mari, todos altos y fornidos cantabrones, se esmeraron en mostrarles lo mejor del valle, pero lo que entusiasmó de verdad a su marido, del que se decía que tragaba como un “ansarón”, fueron las suculentas comidas: los filetes y las chuletas de carne auténtica, las quesadas, los sobaos. Vamos que los pasiegos no se alimentaban de nabos como suponía él sino que comían manjares de reyes.
Prados y más prados, empinados prados por todas partes y Mari entusiasmada diciendo que ella heredaría tales prados y cuando le contestaban que total sólo se trataba de hierba, ella ilusionada respondía que algún día allí se construiría una estación de esquí y los prados se revalorizarían. ¡Pobre pasieguita!