Los niños nacidos en la década de los 50 ya recibimos los beneficios de las vacunas. La más famosa de todas ellas fue la de la viruela.
En el caso de Pamplona la vacunación se realizaba en el tétrico edificio del Instituto de Higiene, entonces situado en la calle Bergamín.
Difícil de olvidar esta vacuna que dejó en nuestro brazo o en el muslo una marca imborrable. Se aplicaba por medio de un tajo, parecido al de una pluma, esto dejaba una herida que después de cicatrizar nos dejaba la dichosa marca.
Tener no teníamos miedo de la viruela, no sabíamos ni lo que era, pero nuestros padres sí y por eso iban en masa a las vacunaciones.
¿ A qué enfermedad temíamos? A la poliomielitis, la polio popularmente.
Había niños como nosotros que sufrían esa enfermedad y los veíamos en la Media Luna andar trabajosamente y con sus piernas sujetas por hierros.
Hubo un auténtico pavor a la polio. Hasta se dijo que la transmitían los pájaros y así en casa desaparecieron de casa los alegres periquitos.
Se contaban tétricas historias de niños enfermos de polio que eran introducidos en los llamados Pulmones de Acero donde metían a los niños enfermos dejando sólo fuera su cabeza. Yo vi algunas fotos en periódicos y estaba muy impresionada. Gracias a Dios aún no había tele porque entonces habríamos visto los pulmones de acero en vivo y en directo.
Una tarde en la Media Luna las mamás y abuelas estaban muy alteradas con la noticia de que había llegado de los Estados Unidos la esperada vacuna contra la polio.
No la cubría el Seguro, tenía que ser pagando y se ponía en varias dosis.
Desconozco cómo lo hicieron mis padres pero junto a otros amigos compraron creo que era un frasco y un practicante nos fue poniendo las dosis.
Yo tendría entonces menos de 7 años y tengo que decir que sentí especialmente, creo que era compasión, por aquellos pobres niños a los que les había tocado la china.
Posteriormente vendrían los Misioneros al cole y nos ponían diapositivas de los horrores de la lepra.
No eramos tontos y nuestros sueños se poblaban de sombras negras.
La de la polio para cuando me tocó a mi, creo que nos la administraban en azucarillo sabor fresa y creo que fue en la escuela de artes y oficios de Plaza Blanca de Navarra.