«La vieja casa ahora está vacía pero nada se ha ido. Si algo he aprendido de una vida de profesor, es que la infancia perdura hasta siempre en el alma». Ivan Doig
Ando por ahí, por el pueblo, por la Rochapea, por San Nicolás…… ¡Tantos lugares!
Pero no, no quiero salir del piso de la calle Olite y en concreto de su cocina donde, entre humos de pucheros y calor de brasero, cuento con el cariño y la protección de la mamá y de la yaya. Allí tengo un confortable nido.
Avanzado este blog siento que en la calle Olite recibí muchísimo cariño, cuidados y normas de comportamiento ya grabadas en mi corazón para siempre.
Allí concebí también mis miedos. ¡ Tantos miedos ! A la oscuridad, al hombre del saco y a cosas que nos enseñaban en el Catecismo, como el infinito o la muerte.
La mamá o la yaya poco sabían de la moderna Pedagogía, así que si no me dormía o gritaba asustada por algún sueño, venían junto a mi cama y volvían a decirme aquello de : » Duerme bonita que si no vendrá el hombre del saco».
Pues ya estaba armada.
De aquella niña, aquellos miedos.
¡Tantos miedos !
Con 64 años, al fin ya no tengo miedmnívora