En los tiempos de mi infancia y adolescencia las etapas escolares recibían nombres distintos a los actuales, además por supuesto de contar con un curriculum que no tenía nada que ver con las actividades escolares que han ido desarrollando nuestros chavales a lo largo de los últimos 50 años.
Cuando empezabas en el cole ibas a «Parvulitos», con 5 años te ponían un uniforme que iría mejor para traje de Mary Poppins, es decir, vestido negro con cuello duro blanco, capa negra y un sombrero que odiábamos y como calzado qué iba a ser, unos prácticos y resistentes zapatos del «Gorila».
En el cole, los chicos con los chicos, las chicas con las chicas, con nuestras batitas de distinto color, por supuesto. Aún recuerdo que uno de los más temidos castigos era que te mandaran «por hablar» (yo ya apuntaba maneras) a la clase de los chicos, con bata de chico y con los brazos en cruz. La verdad es que pensándolo bien ahora resulta ser un castigo bastante humillante, aunque ni aún así a mí se me quitaron las ganas de hablar. Yo hablaba en todos los sitios, en las filas, en clase ocultándome detrás de la tapa del pupitre, en los baños. ¿Y qué? Hablar es sanador.
En Parvulitos se aprendía a leer y escribir. Cada alumna llevaba a clase una pizarra y el correspondiente pizarrín, duro o de manteca, y allí en nuestra pizarrita trazábamos los palitos y las letras y a borrar con bien de saliva o un borradorcito que se sujetaba a la pizarra con un cordel.
Cuando ya eras diestra con la pizarra pasabas al papel y lápiz y a borrar con la goma una y otra vez hasta conseguir el trazo perfecto y en algunas ocasiones romper el papel.
Leer leíamos en una Cartilla, silabeando y cuando ya dominábamos lectura y escritura pasábamos a la Enciclopedia, un compendio de todas las asignaturas: Matemáticas, Geografía, Historia, Religión. Hace pocos años la editorial lanzó una nueva edición de aquella Enciclopedia y la compré admirada de lo nítidos que estaban en mi memoria aquellos dibujos, las poesías, la caligrafía redondilla…
Trabajábamos la Caligrafía, las 4 reglas, la lectura y luego todo aquello que era el curriculum de las monjas, o del régimen, no lo sé: Catecismo, Historia Sagrada, Labor, Misas y Novenas varias.
El Colegio estaba en un chalet enorme a la entrada de la Media Luna, en Pamplona claro. En el recreo, si no llovía jugábamos al balón prisionero, a la china, a botar la pelota y a mi favorito, los cromos. Si llovía bajábamos al sótano donde había una gran sala por la que corríamos enloquecidas y cantábamos aquello de:
Ahora que vamos despacio (bis)
vamos a contar mentiras, tralara (bis)
vamos a contar mentiras
Por el mar corren las liebres (bis)
por el monte las sardinas, tralara (bis)
por el monte las sardinas
…
Como he dicho antes me gustaba jugar a los cromos, cantar al corro, saltar a la cuerda y juegos de ese estilo, para los de correr o agilidad era bastante patosa.
Bueno y al fin, al filo de los 10 años llegaba el Tribunal del Instituto Príncipe de Viana para realizarnos el examen de INGRESO. Nos poníamos muy nerviosas. Te llamaban por tu nombre y apellidos y comenzaba el examen, oral por supuesto, de todo lo que habíamos aprendido en la dichosa Enciclopedia.
Al obtener el APTO pasabas a Bachiller y al curso siguiente empezabas 1º. En nuestro caso de alumnas del colegio del Santo Angel suponía también que abandonábamos el entrañable chalet de la Media Luna y estrenamos un colegio nuevo, un colegio de verdad en la Avda. Guipúzcoa enfrente de los Maristas. Allí estudiaría yo todo el Bachiller hasta llegar a Preu.
Mi vida de bachiller queda para otro capítulo.
El ingreso…Cuántas cosas habías aprendido, ya a los diez años, de memoria y sin entender la mayor parte de lo que estudiabas.Viriato…yo me creía lo que me decían: «pastor lusitano». Lo de pastor estaba claro pero lo de lusitano para mí era como el apellido o algo así. Hasta que no tuve unos cuantos años más no supe qué significaba eso.Lo curioso es que no preguntabas en clase, nadie entendía la mitad de la enciclopedia pero todos los alumnos de la época, obedientes, estudiabamos todo el libro.
Y se me olvidó señalar la cantidad de tiempo que dedicábamos a la caligrafía calcando páginas de caligrafía inglesa con una plumilla que untábamos en un tintero incorporado al pupitre, el secante y bien a menudo el temido borrón.
Maite, que recuerdos de ingreso en lo que es ahora el Parlamento Vasco de Vitoria. La prueba consistía en: en una división con prueba incluida, un dictado y alguna otra cosa más. Recuerdo lo de la división porque mi padre que había sido estudiante de cura, se presento con 21 años y el niño de 10 que se examinaba con el, le dijo que la división le daba otra cosa y lo paso fatal. Y también, recuerdo que para hacer la matricula había que rellenar a mano un instancia. Cuando mis hermanos mayores se presentaron con diez años, les compraron una pluma a cada uno, pero casi se las quitan porque no sabían como se rellenaba una instancia, mi padre dijo que no estaban preparados para el examen. Sigue contándonos cosas con tu gracia especial,