Ya cuando el otoño enfila decidido su camino hacia el invierno «mi alma» puede descansar. Se acabaron los días interminables del «maldito viento sur» que te funde la cabeza como si fuera un queso de Gruyere.
Y por fin con la fiesta de los Santos han llegado los vientos del oeste cargados de rica y abundante lluvia, de ráfagas implacables que convierte en inútil el paraguas, de olas de 5 metros que saltan los malecones y el puente del Kursal.
Ahora que la gente sale recelosa a la calle con la cabeza protegida por «los gorritos» yo salgo animada con la cara al viento, sin importarme que se me rice el pelo o se me empape la chamarra y voy cantando bajo la lluvia con la cabeza llena de planes e ilusiones y feliz porque se acercan días de frío que poco a poco nos traerán diciembre y me daré el placer de bajar a la calle y comprobar en el termómetro que estamos a 3º y que el frío te congela las orejas.
Ha llegado el tiempo de «vivir» y olvidar las locuras que trae consigo el viento sur.